Metafísica

lunes, 20 de octubre de 2014

EL LENGUAJE COMO MEDIO DE LA EXPERIENCIA HERMENEUTICA

«La conversación, es un proceso por el que se busca llegar, a un acuerdo. Forma parte de toda verdadera conversación el entender realmente al otro, dejar valer sus puntos de vista, y ponerse en su lugar, no en el sentido de que se le quiera entender como la individualidad que es, pero sí en el que se intenta entender lo que dice».(Cfr. H.G. Gadamer, Verdad y Método)
   Siempre hemos tenido en cuenta, que el lenguaje es un medio muy importante para la comunicación, pero alguna vez nos hemos preguntado ¿Cómo es posible, que el lenguaje sea un medio para la experiencia hermenéutica? Claro, no será posible contestar con cierta espontaneidad a esta pregunta, pues quizá no tengamos conciencia de que, el lenguaje está anclada en nuestra naturaleza y solo es posible a través de la razón, y que quizá tampoco seamos conscientes de que lo utilicemos todos los días, al encontrarnos con las realidades que nos rodean; pues esto es posible gracias a que somos seres racionales. Desde este punto de vista quiero hacer una breve exposición sobre lo que el gran pensador Gadamer, concebía sobre el lenguaje como un medio de experiencia para la interpretación, pues en nuestro ambiente siempre estamos en continua comunicación por lo tanto estamos siempre exponiendo desde la hermenéutica; pero la pregunta es ¿interpretamos siempre al hablar o es que hablamos simplemente porque es nuestra naturaleza? O es que simplemente ¿empleamos el lenguaje cuando algo se nos presenta?

   Gadamer, afirma que acostumbramos a decir que «llevamos» una conversación, pero la verdad es que, cuanto más auténtica es la conversación, menos posibilidades tienen los interlocutores de «llevarla» en la dirección que desearían. De hecho la verdadera conversación no es nunca la que uno habría querido llevar. Al contrario sería más correcto decir «entramos» en una conversación, cuando no que nos «enredamos» en ella. En análisis de la hermenéutica romántica, la comprensión no se basa en un desplazarse, al interior del otro a una participación inmediata de él, puesto que comprender lo que alguien dice, es ponerse de acuerdo con la cosa no ponerse en lugar del otro y reproducir sus vivencias. En este caso podemos decir, que el lenguaje es el medio en la que se realiza el acuerdo de los interlocutores y el consenso sobre la cosa. 

   Por ejemplo: El proceso lingüístico en el que por traducción y traslación hace posible una conversación de dos lenguas distintas, el traductor tiene que trasladar aquí el sentido que se trata de comprender al contexto en el que vive el otro interlocutor. Pero esto no quiere decir de modo alguno que le esté permitido falsear el sentido al que se refería el otro. Precisamente lo que tiene que mantenerse es el sentido, pero como tiene que comprenderse en un mundo lingüístico nuevo, tiene que valerse en él de una forma nueva. Toda traducción es por eso ya una interpretación e incluso puede decirse que es la consumación de la interpretación que el traductor hace madurar en la palabra que se le ofrece. Aunque J. Habermas considere que lo paradigmático  de la hermenéutica es la interpretación de un texto recibido. Pues el intérprete parece entender al principio la frase del autor pero cuando se interna en la lectura hace la inquietante experiencia de que no entiende el texto lo suficientemente bien como para ser capaz de responder al autor en el supuesto de que éste le hiciera algunas preguntas. (Cfr. J. Habermas, Teoría de la acción comunicativa, I)  Pero, como hemos descrito anteriormente, en el ejemplo, precisamente lo que se tiene que mantener es el sentido, como también lo afirmaba, G. Frege, en su argumentación lingüística (sentido y referencia), donde hace notar, que el sentido es el modo en la cual describimos un objeto, aunque en cierta manera puede ser variante pero siempre nos referiremos al mismo objeto; y el ejemplo que Frege hace notar es «un pintor, un jinete, un zoólogo asociaran probablemente representaciones distintas con el nombre «Bucéfalo» (caballo de A. Magno, Hombre rudo y torpe) pero ambos se refieren a lo mismo.

   Pues bien, todos los fenómenos de entendimiento, de comprensión e incomprensión que forman el objeto de la denominada hermenéutica, constituyen un fenómeno de lenguaje, enuncia que no solo el proceso interhumano de entendimiento, sino el proceso mismo de comprensión es un hecho lingüístico incluso cuando se dirige a algo extralingüístico o escuchamos la voz apagada de la letra escrita (libros), un hecho lingüístico del genero de ese dialogo interno del alma consigo misma, como definió Platón la esencia del pensamiento. En este contexto cabe preguntar, si no se trata en cierto sentido, de diferentes modos de lingüisticidad. Pero ¿Qué decir de otros fenómenos a los que apunta el lenguaje como «el asombro que deja estupefacto» o la «muda admiración»? Son fenómeno de las que podemos decir: eso nos deja sin habla, y nos falta el lenguaje ante algo justamente por ser tan evidente su excesiva grandeza ante nuestra mirada cada vez más penetrante para que las palabras puedan agotarlo. ¿No es exagerado decir que el “quedar sin habla” es una forma más de lingüisticidad? ¿No estamos ante ese absurdo dogmatismo de los filósofos que se empeñan una y otra vez en poner las cosas cabeza abajo cuando están perfectamente sobres sus pies? Pero cuando alguien se queda sin habla, significa que ese alguien quisiera decir tanto que no sabe por dónde empezar. El fracaso del lenguaje demuestra su capacidad de buscar expresión para todo, un lenguaje con el que el individuo no acaba su discurso sino que lo inicia.

   Si nos damos cuenta el lenguaje, no es solo una de las dotaciones de que está pertrechado el hombre tal como está en el mundo, sino que en él se basa y se representa el que los hombres simplemente tengan mundo. Para el hombre el mundo está ahí como mundo, en una forma bajo la cual no tiene existencia para ningún otro ser vivo puesto en él. Y esta existencia del mundo está constituida lingüísticamente por tanto solo el hombre, que es un ser racional o por lo menos intenta serlo, puede comprenderlo interpretándolo. Pero recordemos esto no solo el mundo es un mundo en cuanto que excede al lenguaje; pues el lenguaje solo tiene su verdadera existencia en el hecho de que en él se representa el mundo. La humanidad originaria del lenguaje significa pues, al mismo tiempo la lingüisticidad originaria del estar-en-el-mundo del hombre. Tendremos que perseguir un poco más la relación del lenguaje y mundo si queremos ganar un horizonte adecuado, para la lingüisticidad de la experiencia hermenéutica.


Por. Marvin Alfredo Cún Sís

1 comentario:

  1. Buena problematización e incursión en el tema, interesante confrontación con otros autores.

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