¿Qué es lo que ha sucedido con la metafísica cuando sus caminos no han alcanzado una vía segura para alcanzar su fin, puesto que «se ve obligada a retroceder una y otra vez y a tomar otro camino»? Y es que cuando sucede esto podemos estar seguros que «no es más que un andar a tiendas» (Crítica de la Razón Pura, BVII). El filósofo de Königsberg entiende que la desgracia de la metafísica es el hecho que desee estar por encima de la razón, sobre pasar sus límites, de ello, que no pueda ser considerada una ciencia, sino ineludible tendencia inherente al hombre. Ahora bien, en el capitulo III de la analítica de los principios, Kant, desarrolla su doctrina sobre fenómenos y noúmenos, en el que insiste sobre los limites de la razón, contenida en el noúmeno, de cual quisiera hacer algunas consideraciones y entrever como la insistencia de los límites de la Razón aseguran un conocimiento válido, necesario y a la vez expansivo, características fundamentales en toda ciencia y el sistema filosófico kantiano.
Kant habla sobre el conocimiento como una isla basta pero limitada por un océano ancho y borrascoso, «patria de la ilusión», donde la Razón es el navegante ansioso de descubrimientos incapaces de abandonar, pero tampoco de concluir. El territorio de la isla es el espacio firme donde el entendimiento puede construir todo tipo de ciencias, puesto que se asienta sobre la firmeza de la experiencia sensible teniendo como objeto de conocimiento todo tipo de fenómeno. Sin embargo, el territorio marino corresponde al lugar donde la razón pretensiosa desea edificar sus conocimientos metafísicos. Lo que aquí Kant trata de evidenciar es el límite que tiene la razón en cuanto al conocimiento trascendental, es decir, todo aquello que puede llamarse conocimiento en sentido estricto, no puede traspasar los limites de la experiencia, limites de la isla antes eludida, puesto que todo objeto que es dado a nuestras impresiones sensibles, considerados fenómenos, son dadas al entendimiento. Ahora bien, Kant admite la existencia de noúmenos como «objeto de una intuición no sensible» o en otro lado: objeto de un intuición inteligible, sin embargo, no es un concepto que corresponda con una realidad fenoménica, a pesar de ello, sí lo es de la realidad limitada de nuestro conocimiento. Ahora bien, si es un concepto al margen de la sensibilidad, ¿cómo se llega a su conocimiento? Por ello, ¿No es acaso ilegitima su mera consideración? Estas preguntas deberán ser analizadas en otro momento, lo que ahora interesa es considerar como los limites de la razón acentúan y afirman el conocimiento que Kant tanto desea encontrar: puro y expansivo.
Dice el filosofo de Königsberg luego de un complejo análisis:
«lo más que puede hacer a priori el entendimiento es anticipar la forma de una experiencia posible; nunca sobrepasar lo límites de la sensibilidad» (CRP, A 246-247; B 303)
Esto demuestra que la noción de noúmeno no es sino un concepto limite, utilizado para demostrar las pretensiones de la razón y afirmar los limites trascendentales de esta, reafirmando así su doctrina sobre la trascendentalidad, es decir, el conjunto de leyes internas del entendimiento que son condición de la experiencia, por lo que no es un ir mas allá de la sensibilidad, si no un venir mas acá, indagando en la condiciones apriorísticas del entendimiento y la sensibilidad, condiciones que por ser independientes de la sensibilidad (no prescinden de ella sino mas bien la condicionan) pueden suministrar al conocimiento sensible (criterio de expansión) las condiciones de necesidad y universalidad.
La verdadera dificultad surge cuando Kant habla de los noúmenos como cosa en sí, algo de lo que nada podemos saber, que, aunque no es contradictorio, acentúa más la duda sobre su realidad objetiva, puesto que si nuestro conocimiento solo se refiere a lo sensible, el noúmeno no estaría en las posibilidades de la razón especulativa, solo quedaría pensar que es el contrapeso del fenómeno, como reafirmación de este. Ello también supone ser una salida a cierto escepticismo metafísico engendrada por los desvaríos de la razón que no ha reconocido sus límites.
Por: Walter Pecher
Formidable desarrollo e individuación de ideas, claridad expositiva y buena referencia bibliográfica.
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